Madre hablando con bebé

La conversación, esencial para el desarrollo del lenguaje

El lenguaje es un sistema de comunicación que se basa en el desarrollo, adquisición y uso de una serie de herramientas verbales que permiten el intercambio de información entre diferentes personas.

Todos los seres humanos con un desarrollo típico, aprendemos a usar un idioma. Los niños aprenden el idioma o los idiomas que los rodean, todos aquellos a los que tengan una exposición suficiente durante la infancia.

El primer idioma no requiere enseñanza directa ni un estudio especializado, sino que según escribía Darwin en “The Descent of Man”, es algo que todos adquirimos por «una tendencia instintiva», es lo que entendemos como lengua materna.

Alrededor del año y medio, un niño debería tener en su vocabulario unas cincuenta palabras y, poco a poco con una exposición constante al lenguaje, irá aprendiendo e introduciendo nuevas palabras que le ayudarán a desarrollarse como un buen comunicador. Comenzará a introducir combinaciones de dos palabras, después frases cortas y así, irá aumentando la complejidad gramatical.

Para que todo este desarrollo del lenguaje se vaya sucediendo de manera adecuada, tenemos que comunicarnos con los niños, hablar, leerles cuentos, contarles historias, etc. Hoy en día la mayoría sabemos que hablar con los más pequeños es bueno para su desarrollo.

Un estudio reciente del MIT cuyo primer autor es Rachel Romeo ha explicado cómo hacerlo para que tenga el efecto más positivo sobre el desarrollo cerebral del niño. Mucho mejor que simplemente dejarles caer palabras o mostrarles tarjetas con la esperanza de mejorar su vocabulario, lo más efectivo es realizar «turnos de conversación», una buena charla en la que participan al menos el niño y un adulto. Lo importante no es hablarle al niño, sino hablar con él. No es soltar palabras sino tener una conversación conjunta. Para promover un lenguaje óptimo, una buena alfabetización y un dominio de la comunicación para el resto de la vida, deberíamos hablar con él de la misma manera que hablamos con un adulto inteligente, no como si fuera un bebé o de una manera condescendiente.

Por otra parte, este estudio de 2018 ha demostrado que tratar de inundar el cerebro de los niños con miles y luego millones de palabras utilizando aplicaciones informáticas u otras tecnologías está dejando fuera de la ecuación un factor clave en el neurodesarrollo: las relaciones interpersonales, las interacciones sociales. El grupo ha estudiado a niños de 4 a 6 años y ha llegado a la conclusión de que el número de palabras pronunciadas por los adultos no afecta a la función cerebral, que lo que realmente marca la diferencia es el número de turnos en la conversación, independientemente de la situación económica o del nivel educativo de la familia.

El resumen es que las conversaciones de los padres y personas que rodean al niño parecen influir mucho en el desarrollo biológico del cerebro de los más pequeños. La idea de aprender a través de la participación social y los vínculos emocionales encaja bien con otras investigaciones sobre cómo los niños aprenden el lenguaje. Los bebés aprenden observando e imitando a los adultos con los que están más cerca, lo que explica que actividades simples como cantar o abrazar son mucho más efectivas que las aplicaciones de alta tecnología para mejorar el neurodesarrollo. En una etapa posterior, puede ser útil trabajar con herramientas básicas de aprendizaje como el juego y, por ejemplo, tomar roles imaginarios con otros niños o con adultos. La conversación también requiere habilidades cognitivas más complejas que solo hablar o simplemente escuchar. Tener una conversación hace que los niños tengan que practicar entendiendo lo que la otra persona está tratando de decir y deben pensar también cómo responder de manera apropiada a lo que escuchan. La conversación es un toma y daca en el que las dos partes muestran interés, genera las habilidades de procesamiento del lenguaje que los niños necesitan.

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